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Mi conejita Cleopatra (una historia muy linda)

Hace 5 años... y quizás 5 años exactos, porque fue por estas fechas... estaba en mi universidad en un periodo entre clases después de almuerzo y con mis amigos decidimos ir a ver los animalitos del Homecenter aledaño a la universidad.

Tenían de todo, perritos, gatitos, gerbos, hamsters, pajaritos... y también tenian conejitos.

Inmediatamente, como por atracción magnética fuí al cubil de los conejitos y me enamoré instantaneamente de lo que vi, allí estaba aquel ser hermoso, pequeñito, blanco, peludito con pelos negros sólo alrededor de la línea de sus ojos, como si estuvieran delineados y de orejas rosadas que brillaban como si fuera un color magenta fluorescente... quedé hipnotizado.

Nunca había visto algo más lindo.
Pero ya era la hora, debíamos volver a clases.

El sábado de esa semana fue soleado y con mi mamá decidimos almorzar en el patio de la casa.
Mi madre apreciativa dijo: "sería lindo tener un animalito que corra por este patio tan grande que tenemos, un conejito me gustaría tener", todas las señales estaban dadas, inmediatamente le conté a mi madre lo que había vivido esa semana y con determinación nos paramos de la mesa directo al Homecenter con la esperanza de que aún estuviera ahí.

Debo admitir que yo pensaba en un conejo macho llamado Leopoldo, pero resultó que aquel conejito del que me enamoré, que aún seguía en el cubil por cierto, era una hembra y en el auto de vuelta a mi casa la nombré Cleopatra.

Así comenzó todo, era nuestro destino encontrarnos, es un comienzo mágico, como de alguna película de esas que te hacen reír y llorar constantemente.

La Cleo llegó a vivir a mi habitación, era pequeñita y muy tímida y la puse en una jaulita sin techo que alguna vez fue una repisa enrejada, adentro con acerrín y la cajita en la que la traje a la casa como casita. Lo más increíble es que efectivamente dormía en esa cajita, aunque no le duró muchos días porque cada vez que podía la mordía y la cortaba en pedacitos.

Para ser una conejita tan dulce era bastante violenta en aquel entonces, no le gustaba que la tomaran o que se acercaran mucho, te rasguñaba cada vez que podía y sus garras eran bastante afiladas, a veces también mordía y muchas veces gruñía como perro si se enojaba.

Pero también sabía ser dócil, de pequeñita descubrí que el lugar para acariciarla eran sus orejitas y arededores, como su nuca o su nariz.

Cuando ya comenzó a acostumbrarse más en la casa, comenzó a verme como una figura a seguir, literalmente, me seguía por toda la casa, todo lo que yo hiciera ella lo hacía, era fácil pues como la jaula no tenía techo, cuando creció un poco saltaba dentro y afuera, incluso se subía a mi cama y se acostaba conmigo, incontables noches frias de invierno durmió en mis pies o al lado de mis piernas dentro de la cama conmigo. Nunca olvidaré el día que me desperté para ir a clases y ella no se despertó, así que la dejé durmiendo tapada en la cama y horas más tarde mi mamá me llamó estresada porque no la encontraba y ella seguía ahí bajos las tapas durmiendo.

Le encantaba sentir calor en su vientre, por lo que mientras tuve Scaldassonno ella se acostaba sobre mi cama y dormía mirándome mientras yo trabajaba en mi computador.

Cleopatra siempre tuvo total libertad, las puertas estaban abiertas siempre y ella nunca estaba en su jaula así entraba y salía al patio durante todo el día, corría libremente por los pasillos y a todas horas se podía escuchar su pequeño galopar.

Incluso cuando nos cambiamos de casa la Cleo no cambió su forma de ser, tuvimos que adaptar el patio a ella por supuesto, y por un par de semanas estuvo encerrada en la casa nueva, una jaula bastante grande si me rpeguntan a mí, pero también había un patio trasero, así que algo de plantas podía torturar tranquila.

De a poco, con el pasar del tiempo empezó a ser más independiente, pero no menos cariñosa, ya no había forma de que durmiera conmigo, pero nunca dejó de dormir bajo mi cama en el suelo, cada noche dormía junto a mi y roncaba. Al principio tenía su comida en la cocina, pero en un invierno muy frio para evitarle moverse decidí dejarla comer en mi habitación, ahora ya no tenía nada porque moverse.

Por otro par de años las cosas siguieron esa dinámica, muchas noches se subía a mi lado para que la acariciara y cuando yo me dormía ella se bajaba a dormir en el suelo abajo mio, de hecho, cuando cambíe mi cama por un box spring ella siguió durmiendo al lado de la cama cada noche.
Nunca se levantaba si yo no me despertaba y no se acostaba si yo no me acostaba.

Muchas veces me decía que me amaba, antes de que piensen que estoy loco, la forma de hacer esto para los conejos es dar vueltas alrededor de lo que ellos aman, y si te quieren te dan langüetazos, a la cleo le gustaba darme besitos en los pies cuando yo andaba decalzo por la casa.
A veces incluso me despertaba con langüetazos en las manos o en la cara.

Ella era mi hija, dependíamos totalmente del cariño que nos dábamos constantemente y eso me hacía sentir como su papá. Cuantos dias de verano no salí para cuidarla a ella, jamás se quedó sola o con algún extraño.

Finalmente hace un par de semanas comenzó a actuar extraña, a pasar noches fuera de la casa en el patio, a pesar del frío, dejó de comer con ganas y hasta tomaba poca agua, pero no era tan preocupante, en invierno siempre comía menos.
Pero sí me preocupaba que ya no durmiera junto conmigo.

Cada día parecía estar más distante, como un abuelito con alzheimer, un día tuve que entrarla empapada por la lluvia y se abrazó a mi cuerpo como si qusiera decirme algo.

Hoy la vi muy apagada y finalmente después de hablarle largamente y hacerle mucho cariño sin notar cambios en su ánimo, decidí que era hroa de llevarla al veterinario.

La tomé en mis brazos y subí de copiloto en el auto, mi mamá manejó.

Ahí le hice cariño largamente, de esas que tanto le gustaban a ella, después de un rato comenzó a darme besos en la ropa al tiempo que yo le hacía cariño y de pronto su corazón dejó de funcionar mientrás aún andábamos en el auto, sus ojos me mirarón gande y agradecidos y pude ver como se opacaron y se pusieron negros.

En su último respiro me dejó claro que eso era lo que ella quería para su muerte.

Siempre te amaré Cleopatra.

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